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miércoles, 9 de marzo de 2011

El Ritual de la Copa de la Luna




Magia, sueños y fuerza interior.

Si la pareja estan estan con el Handshaking, el ritual difiere de este !!!

Las cosas que necesitarán para celebrar un ritual al aire libre difieren ligeramente de las que se necesitan para realizarlo bajo techo. Para el exterior requerirán dos lámparas de las que llevan velas en lugar de parafina; una sábana para el suelo y una gruesa manta para poner encima; un cáliz y una botella de vino tinto; aceite para untar; una cesta de fruta o pasteles de almendra o de coco (ambos frutos pueden atribuirse a la luna); un cestito con arroz o granos de trigo; sal y agua mezcladas y ya consagradas; algunas hierbas, especias, hojas aromáticas y capítulos de diversas flores.El caldero, utilícenlo como recipiente para el fuego y quemador de incienso a la vez. Pongan una espesa capa de arena sobre el fondo, colocando encima el carbón de leña, y de esta forma podrán quemar el incienso sin riesgos. Si van a utilizar música, necesitarán un buen tiempo de musica.

La Hija de la Luna debe vestir una túnica de color azul marino, plateada o blanca, que se abra totalmente por delante, y sandalias. Debe llevar el pelo suelto, y como corona una guirnalda hecha con hojas y con cualquier clase de flor blanca que encuentren en esa época del año. También necesitará una espada corta o una hoz en forma de luna. Debajo de la túnica debe llevar una faja o banda de hiedra que dé la vuelta a su cintura, pase entre los muslos y se ate a la cintura por detrás. La hiedra debe ser joven y fácil de romper; si es demasiado vieja y dura ¡parecerá que la sacerdotisa lleve un cinturón de castidad! Una capa gruesa la resguardará del frío, y presenta la ventaja adicional de hacer pasar inadvertido por el bosque al que la lleva.


Nota: La Sacerdotiza y el Sacerdote o Cazador...debe de llevar una capa confeccionada con cualquier tipo de tejido grueso y caliente, forrada con alguna tela de algodón suave y que debe llegar hasta los tobillos. Lleva una gran capucha que, si se echa hacia adelante, cubre totalmente el rostro. La tela exterior es de color negro, verde oscuro, castaño o azul marino, con el forro del mismo color. No debe llevar ningún tipo de botón o broche brillante que pueda reflejar la luz de la luna o de las lámparas. Es el atuendo ideal para trabajar al aire libre. En la masonería tradicional se lleva normalmente sin ninguna otra prenda debajo, siempre que la temperatura ambiente lo permita.

El Señor del Bosque necesitará un cinturón para sujetar el athame; una capa, sandalias o calzado ligero; un pequeño regalo para la Hija de la Luna que ella no debe ver hasta que él se lo entregue, si es que es posible encontrar uno que le guste; un pequeño cuerno de caza y finalmente una pequeña moneda de plata.  deben estar completamente limpios (debajo de los tunica sólo debe haber carne desnuda).

Si el rito se efectúa bajo techo, entonces deben despejar la zona en que vaya a tener lugar. Quiten todos los muebles que puedan y limpien el suelo a fondo. Cúbranlo con una o dos sábanas limpias y hagan de esta zona el área sagrada. Pongan la manta en el centro y en lugar de lámparas utilicen velas colocadas alrededor de la habitación, asegurándose de que no puedan caerse accidentalmente.


El ritual está planteado dando por hecho que se hallan al aire libre. Si eso no fuera posible,

PREPARACION:

La Hija de la Luna empieza a preparar el lugar sagrado, que debe estar situado de forma que entre en él tanta luz de la luna como sea posible. Primero dibuje un gran círculo con la espada o la hoz, haciéndolo lo suficientemente grande como para poder moverse durante el ritual. Extienda dentro del círculo la sábana de forma que cubra la zona central. Este ritual no necesita más punto de referencia que la dirección por donde sale la luna, y que servirá para preparar el altar dentro del círculo. Debe cubrir la zona en que situará el altar con un pequeño trozo de tela blanca y colocar encima el cáliz, junto con la botella de vino abierta, las tres cestas de fruta y pasteles, de arroz o granos de trigo y hierbas, especias y hojas aromáticas, la sal, el agua y los aceites.

Enfrente se pone el caldero, preparado con un fondo de arena cubierto con carbón de leña, junto con el incienso y las cerillas. Las dos lámparas pueden colocarse dentro del círculo o, si lo prefiere, colgarse de los árboles. La sábana estará doblada y dejada a un lado. Cuando todo está en su sitio, puede empezar la consagración. Se enciende el incienso y la sacerdotisa coge la sal y el agua, y siguiendo el círculo echa unas gotas de la mezcla consagrada para purificar toda la zona.

Sacerdotisa: Con las lágrimas de mi madre la Luna y el sudor de mi hermana la tierra, libero a este lugar de cualquier impureza y lo consagro para el rito.

Vuelve al punto de partida, recoge el cesto de arroz o granos de trigo y da otra vuelta al círculo.

Con este regalo de mi hermana la tierra, alimento a los hermanos más jóvenes y les pido que compartan con nosotros las alegrías del trabajo de esta noche.

Deja el cesto en su lugar, se dirige hacia el caldero, lo recoge y vuelve a llenarlo de incienso. Luego lo pasea alrededor del círculo hasta regresar al punto de partida y lo vuelve a dejar en su sitio.

Con el fuego del corazón interno de la tierra vigilo este lugar de rito sagrado, con el fuego de mi propio corazón interno esparzo en él los símbolos de protección; quemando hierbas invoco a los espíritus del árbol y del arbusto, de la flor y de la yema, para que presten su poder al trabajo de esta noche; con el olor del incienso invoco a los espíritus del aire para que creen sobre nosotros una morada de sueños.

Toma el cesto con las hierbas y especias y las esparce en el centro del círculo.

Luna, madre mía, tierra, hermana mía, estad conmigo esta noche en cuerpo, en corazón, en mente, en espíritu. Guiad al Cazador del Bosque hasta esta morada sagrada a fin de que podamos unirnos como vos habéis ordenado para alegría del hombre y de la mujer desde el principio de los tiempos. En esa unión, dejad que todo lo que está por encima de nosotros sea bendecido igual que nosotros seremos bendecidos. Convertidme, oh Madre Luna, en vuestra propia naturaleza dulce, para que cuando él os rinda culto también me rinda culto a mí como mujer, símbolo de todas mis hermanas. Permitid que todas las cosas, las visibles y las invisibles, se alegren cuando se llene la Copa de la Luna.

De pie frente al caldero, levanta los brazos hacia la luna y se inclina tres veces. Continúa en voz alta:

En nombre de la Luna, mi madre, os llamo, Cazador del Bosque, os llamo a la luz sagrada de la Luna, os llamo a través del roble y del espino y a través del serbal sagrado, a través de la baya roja y de la flor blanca, os llamo a través de la amable coneja y del ciervo de doce astas, a través de la paloma blanca y del halcón gris. Os llamo a través del salmón saltarín y de la trucha plateada, a través del labio rosa y del ojo brillante, a través del pecho suave y del sombreado muslo. Desde la alta colina y el oscuro bosque, desde el prado y el campo, desde mi casa y mi corazón, os invito al círculo sagrado para que os unáis a la Hija de la Luna. Contestad, contestad, contestad.

El Cazador deja pasar un par de minutos antes de entrar, y entonces, o bien toca el cuerno o emite su llamada de   Ah - J i- Ii   en tres notas ascendentes, que resuenan en todo el bosque.

Luego se desplaza un cuarto de círculo, espera un minuto y repite la llamada. Repite lo mismo hasta haber completado un círculo entero. Espera otro minuto y entonces avanza hasta ser visto, pero manteniéndose fuera del círculo.

Cazador: Os saludo, Hija de la Luna, vuestra invitación me ha llegado mientras cabalgaba por el camino de la noche, y he dejado la Caza Salvaje para atenderos. ¿Cuál es el motivo de la llamada?

Sacerdotisa: Os he llamado hasta el límite del círculo con las formas antiguas para que el mayor de todos los ritos pueda celebrarse. La Copa de la Luna debe llenarse y necesito de vuestra fuerza y virilidad. ¿Es vuestro deseo seguir la antigua ley?

Cazador: Mi fuerza es necesaria para la Caza. ¿Si os la doy a vos, quién guiará el camino de la noche? ¿Quién protegerá a las pequeñas cosas salvajes y los espíritus perdidos que piden consuelo?

Sacerdotisa: La Madre Luna guiará al Cazador y hará guardia en vuestro lugar. Venid a mí, Cazador de la Noche, venid y rendidme homenaje como lo han hecho los hombres desde que la Luna salió por primera vez a los cielos cuando la tierra era joven. Yo represento a todas las mujeres, al uniros conmigo os uniréis a todas ellas y volveréis a nacer en la muerte del amor.

Cazador: El círculo se cierra ante mí, ¿cómo puedo entrar y reclamar a la Hija de la Luna? ¿Qué llave abre la puerta?

Sacerdotisa: Pagando una moneda de plata a la tierra, mi hermana, símbolo que levantará las barreras; cortando el círculo con el cuchillo, símbolo para los espíritus cuyo poder respetáis; ofreciéndome un regalo, símbolo para tratar de alcanzar la sonrisa de la Hija de la Luna.

El Cazador hunde una moneda de plata en la tierra debajo del caldero, luego con el athame corta el círculo y lo atraviesa, sacando inmediatamente el cuchillo del corte. Entonces se queda de pie delante de la sacerdotisa, la saluda y le entrega el pequeño regalo. Ella lo deja junto al cáliz y vuelve al lado del Cazador.

Sacerdotisa: No se me gana tan fácilmente. Primero contestadme a esto: Soy tan joven como la oveja recién nacida y tan vieja como el último soplo de aire de un hombre, mi cabeza y mis pies están fríos pero mi corazón tiene fuego, mi matriz no está nunca vacía pero ningún hombre puede abrazarme: ¿cómo me llamo?

Cazador: Vuestro nombre es Gea, la Tierra. ¡Os he ganado, sacerdotisa!

Sacerdotisa: Toco la tierra pero nunca la piso, ando sobre el mar y sin embargo mis pies nunca se mojan, tengo doce nombres pero no tengo ni madre ni padre: ¿quién soy?

Cazador: Sois la Luna. Me estoy acercando a mi premio.

Sacerdotisa: Nacimos en el mismo parto, mas no nos podemos tocar nunca, nos parecemos pero debemos permanecer como contrarios, no podemos separarnos, no podemos hablar nunca y debemos seguir juntos: ¿cuál es mi naturaleza?

Cazador: Sois vuestro propio reflejo. Ahora os reclamo a vos que me habéis llamado y que sois mi vida y mi muerte.

Sacerdotisa: Cazador, habéis pasado mi prueba. El camino está abierto para vos. 
Acercaos e invocad conmigo a la Gran Madre lunar porque sin su consentimiento ninguna unión de hombre y mujer es válida.

Unen sus manos, se vuelven hacia la luna y hacen tres reverencias. La sacerdotisa coge el cáliz y lo levanta hacia la luna.

Sacerdotisa: Madre y Diosa, dadora de luz en medio de la oscuridad, llenad este cáliz con vuestro resplandor y poder, llenadlo con el éxtasis que llega cuando dos que están separados y son diferentes se convierten en uno y el mismo. Soy el cáliz de la feminidad, llenadme también de estas cosas. Descended hasta mí, Gran Madre, y dejad que el don del amor sea nuestro regalo para vos. Podéis hacer que sea una noche llena de Luna.

Se da la vuelta hacia el Cazador con el cáliz en la mano. Él coge el athame y lo levanta, entonces lo
bajan lentamente hasta que entra en el cáliz.

Cazador: He respondido a las invitaciones de la Hija de la Luna. Sólo a través de sus ojos puedo ver las cosas ocultas del espíritu. Mostradme el camino hacia la Tierra de los que Siempre Serán. Guiadme entre las colinas de marfil que se elevan, coronadas de estrellas, para darme la bienvenida. Abridme la puerta sagrada que yace escondida detrás del Bosque de los Sueños.

Sacerdotisa: La llave está en el cáliz de la Luna y el vino que contendrá. Juntos la Hija de la Luna y el Señor del Bosque prepararán la tierra para esta Luna que llega. Venid, mi señor y amor, y os
untaré con aceite.

La sacerdotisa le abre la capa y, si es necesario, cualquier otra prenda de vestir que lleve el Cazador. Con el aceite le unta la frente, la garganta, el esternón, el ombligo, el glande, las rodillas y los empeines, utilizando el símbolo de la luna creciente y besando cada punto antes de poner el aceite.

Sacerdotisa: Luna a Cazador, de esta forma os paso mis poderes en el mundo oculto.

El Cazador abre la capa de la sacerdotisa y asimismo la túnica. Toma el aceite y le unta la frente, la garganta, los pechos, el vientre, la vulva, las rodillas y los empeines, dándole un beso en cada punto antes de poner el aceite como lo hizo ella.

Cazador: Cazador a Luna, de esta forma os paso mis poderes dentro del bosque y de la Caza Salvaje. Debo recibir de vos una llave más, Hija de la Luna, antes de que el rito pueda ejercer su poder.

Se arrodilla ante ella, pone las manos sobre sus caderas y apoya la frente en su vientre.

Cazador: ¿Me concederéis el derecho de cortar el sagrado kestos?

Sacerdotisa: Os concedo ese derecho sólo por esta noche.

NotaEl kestos es el cinturón de castidad que llevaban las antiguas sacerdotisas de ciertos templos. Estaba prohibido que lo quitara cualquier hombre que no fuera el sacerdote elegido.

El Cazador se quita el athame y corta la hiedra, liberándola por completo. Él está de pie y levanta su athame.

Cazador: Os saludo, Madre Luna, la última llave ha sido entregada libremente y aceptada con humildad.

El Cazador trae la manta doblada, la extiende para la sacerdotisa y se quita la capa. Ella se tumba y el Cazador cubre con su capa a los dos. Es importante tomarse el tiempo necesario para que la pasión de la luna y del bosque lleguen a su punto culminante antes de que empiece la unión.

Sacerdotisa: Señor del Bosque, el sendero de la Luna está abierto ante vos y la puerta de la Tierra Escondida de los Sueños revela sus secretos, porque son míos y sólo yo puedo darlos o retenerlos.

Ella abre los muslos y extiende los brazos para abrazarle.

Cazador: Hija de la Luna, la victoria es vuestra y atravieso la puerta para entrar en la Cueva de las Estrellas.

La sacerdotisa guarda en su mente el recuerdo del símbolo creciente, viéndolo como el cáliz. El Cazador retiene el símbolo del athame o del rayo en sus pensamientos y los dos deben imaginarse juntos, uno llenando al otro, superpuestos en el cielo nocturno  . La sensualidad del momento se ofrece a la Madre Luna, cuyo objetivo consiste en revitalizar a la naturaleza.

El Cazador se retira y ambos se arrodillan, sosteniendo la sacerdotisa el cáliz lleno de vino con sus manos.

 El Cazador y la sacerdotisa se ponen de pie y comparten un sorbo de vino juntos. A continuación, andan juntos alrededor del lugar sagrado y esparcen gotas del vino de la luna sobre la tierra.

Sacerdotisa: Vino de la Luna, sacado de la tierra y vigorizado por el espíritu de la mujer y la fuerza del hombre, llenad la tierra de alegría, amor y paz.

Cazador: Damos lo que ha salido de nosotros libremente, con conocimiento y poder.

Sacerdotisa: Tierra y cielo, unidos y enriquecidos por la Luna y el bosque, recibid nuestra bendición.

Cazador: Al dar, también recibiremos y seremos santificados.

Sacerdotisa: Madre Luna, coged nuestra ofrenda y con ella llenad de vida a la tierra.

Cazador: Hermana tierra, compartid nuestra alegría esta noche.

El Cazador y la sacerdotisa beben el vino que ha quedado en el cáliz, se ponen las capas y se quedan uno frente al otro.

Sacerdotisa: Cazador, Señor del Bosque, os bendigo en el nombre de la Madre Luna por el regalo de la semilla que me habéis dado esta noche. Os doy las gracias por vuestra amabilidad, os doy las gracias por la dulzura de vuestro amor. Ahora os dejo libre para que sigáis el camino de la Caza Salvaje. Os ofrezco un beso.

Ella le besa.

Cazador: Señora y sacerdotisa, Hija de la Luna, hermana de la tierra, os ofrezco mi respeto y mi amor. Os bendigo por el precioso regalo de vuestro cuerpo, os doy las gracias por lo que hemos compartido, me arrodillo ante vos como vuestro servidor.

Él se arrodilla y le besa la mano, luego abandona el círculo sumergiéndose en la oscuridad del bosque. Ahora la sacerdotisa puede ofrecer su propia plegaria si lo desea. Recoge todos los objetos utilizados y esparce el arroz, las hierbas, la sal y el agua que hayan sobrado sobre la tierra para bendecirla. Entonces, el hombre y la mujer pueden marcharse.

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